LAS AMAZONAS: de lo fantástico a lo inimaginable

No es de sorprender que las Amazonas hayan dado lugar desde su descubrimiento a descripciones que tocan lo fantástico. Su grandeza, su riqueza vegetal y animal pero también su monotonía dieron paso a todo tipo de caracterizaciones y controversias. En el libro 1491 New Revelations of the Americas before Columbus el periodista Charles C. Mann nos lleva por un recorrido de la mano de sus principales exploradores, desde Gaspar de Carvajal (1500 – 1584) hasta los arqueólogos, antropólogos, geógrafos e historiadores que más recientemente han estudiado el lugar.

La idea que usualmente se ha tenido, de que la selva es impenetrable y virgen, es errónea. Según las investigaciones reunidas por C. Mann, la Amazonia es una jungla rica y variada, sí, pero el ser humano ha sido por siglos uno de sus elementos esenciales. Carvajal había descrito una tierra próspera y poblada: “cuanto más avanzábamos, más poblada y mejor era la tierra que encontrábamos”, escribió. C. Mann nos transporta a ese ambiente para luego introducirnos los descubrimientos de Betty Meggers, del Smithsonian, de los más influyentes en el tema del Amazonas desde mediados del siglo XIX.

Según Meggers, la única forma de agricultura posible en aquél “desierto húmedo” era la de tala y quema. Esto implicaba que los agricultores limpiaran con hachas o machetes pequeñas parcelas para luego quemar los restos y plantar sus semillas en un suelo nutrido por las cenizas. La jungla, sin embargo, rápidamente habría vuelto a absorber esta parcela, teniendo los agricultores que preparar una nueva en otro espacio. Meggers concluye que esto refleja una respuesta extraordinaria de parte de los pobladores del área a las limitaciones ecológicas que la jungla representa. Sin embargo, investigaciones posteriores evidencian que las afirmaciones de la arqueóloga del Smithsonian son erróneas en varios aspectos. Los yanomami, el pueblo al que Meggers se refirió como “ancestral” y en el que realizó gran parte de sus observaciones, son realmente un pueblo exiliado que llegó en el siglo XVII. Basándose en el estudio sobre la tala y quema, la arqueóloga también había concluido que todo lo descrito por Carvajal era falso: las limitaciones de esta técnica de agricultura habrían sido la prueba de que no existieron poblaciones tan numerosas y complejas como las que describió el dominico. Para Meggers, la única sociedad a gran escala que había habitado en toda la Amazonia habrían sido los marajoara, entre el 800 y el 1400, algo que se reflejaba en su cerámica. Sin embargo, más adelante publicó que dicha cultura, como cualquier otra en la región, había sido limitada por el ecosistema, evitando su “desarrollo”.

Los descubrimientos de Anna C. Roosevelt en los años ochenta cuestionaron gran parte de lo publicado por Meggers en las últimas décadas, acercándose más a las descripciones de Carvajal que a aquéllos descubrimientos arqueológicos. Además de realizar una descripción totalmente distinta de los marajoara, Roosevelt descubrió vestigios de ocupación humana que databan de hacía unos 13,000 años: una población contemporánea a la de Clovis de Norteamérica. Las cuevas rupestres que analizó además ponían en evidencia que alrededor del 6,000 a.C. la región había sido habitada de nuevo. Estos pobladores, escribe C. Mann, “demostraron algo vital: la Amazonia no era un callejón sin salida en el que el entorno ineludiblemente estrangulaba a las culturas nacientes, sino que fue una fuente de innovación social y tecnológica muy importante.”

Roosevelt también cambió la idea occidental generalizada que desde el siglo XVI se tendía a tener acerca de las civilizaciones del Amazonas: que eran “incivilizadas” o “salvajes”, algo que había enfatizado el historiador natural francés Charles Marie de la Condamine. Esto nos muestra de qué manera la visión occidental u occidentalizada puede perder de vista o ignorar intencionalmente aspectos clave en el estudio de otras culturas por el hecho de que estas no responden a los conceptos establecidos por occidente. La poca atención que se le había dado a la obra de Carvajal resultó ser, como había probado el mismo Schliemann con la Ilíada, una mezcla de documentación con mito, donde la fantasía no parece ser más que una forma de reforzar el imaginario común de los españoles, y los europeos, y la visión de la iglesia en este caso.

En un lenguaje ameno y accesible, C. Mann describe estudios que más recientemente se han hecho en la jungla, algunos de los cuales él mismo acompañó. El recorrido nos lleva del mito a lo inimaginable: revelándonos cómo el ser humano, a partir de la comprensión de su propio entorno, ha podido no sólo adaptarse a este, sino adaptar el entorno mismo a sus necesidades, superando las leyes de la evolución misma. Las investigaciones recientes descartan la escena casi idílica presentada por Meggers. Se comprobó que la teoría de tala y quema como tradición milenaria era errónea pues es prácticamente imposible derribar árboles con hachas de piedra, las únicas herramientas que habrían de haber tenido aquellas poblaciones antes de la llegada de los españoles. Dicha técnica de agricultura realmente data de alrededor del siglo XVII, época en que se introdujeron herramientas de metal. Además, los nuevos estudios han demostrado que poblaciones del bajo Amazonas de hace 4,000 años ya tenían 138 distintos cultivos, lo que descarta la idea de la jungla como jaula que limitaba toda posibilidad de desarrollo.

Los descubrimientos de Michael Heckenberger y James B. Petersen nos brindan una visión más clara y sorprendente. Éstos arqueólogos encontraron montículos que databan del 1,000 a.C. e innumerables enterramientos. En el proceso de excavación, además, encontraron trozos de cerámica que sobresalían de las paredes, aparentemente quebrada con la intención de elevar el terreno, afirmando que esto evidenciaba que la región habría sido poblada por miles de personas. Aquéllos habitantes sí comprendían su entorno y habían aprendido tanto a adaptarse a éste como a adaptarlo a sus necesidades pero no como se había propuesto con anterioridad. El secreto estaba en la lluvia. Cuando ésta cae directamente al suelo provoca un lodo en el que los nutrientes se pierden, pero esto no sucede cuando la lluvia cae al suelo tras haber sido amortiguada por las ramas de los árboles. Así, como afirma Charles R. Clement, los primeros habitantes del Amazonas realmente no desbrozaron la jungla sino la adaptaron. De aquéllas 138 especies de cultivos, la mayoría son árboles, sembrados para proteger el suelo y cultivos más pequeños de la lluvia. Aquellos árboles de frutos que describiera Carvajal y que han caracterizado la imagen paradisíaca del Amazonas que a lo largo de los siglos se ha tenido, realmente son muestra de ese conocimiento humano del entorno al que se refirió Meggers, pero de una manera muy distinta. Incluso hay evidencia de la domesticación de frutos, los cuales fueron variando y se fueron cultivando en distintas regiones. Clement afirma que la jungla amazónica es enteramente una creación humana. Y esto tiene coherencia con el hecho de que un gran porcentaje del suelo mismo es resultado del traslado de distintos minerales y materia orgánica de distintas regiones y material creado por medio de una técnica de “tala y combustión”, conservando esta terra preta nutrientes por al menos un milenio. Se calcula que la terra preta data de por lo menos hace 2,000 años.

El estudio que C. Mann hace de las diferentes investigaciones y planteamientos que se han hecho alrededor de las Amazonas nos hacen ver cómo el comprender la complejidad del territorio ha significado en gran parte comprender a las culturas que lo habitaron y el hecho que la naturaleza y la cultura no son esferas separadas. “(…) Hace pensar que durante mucho tiempo unos pobladores inteligentes, que conocían trucos que nosotros aún estamos por aprender, utilizaron grandes parcelas de la Amazonia sin destruirla. Ante un problema ecológico, los indígenas lo resolvían. En vez de adaptarse a la naturaleza, la creaban. Estaban en pleno proceso de formación de la tierra cuando apareció Colón y lo echó todo a perder”, concluye.


FUENTE:

Mann, Charles C. 2006 Amazonia. En 1491 New Revelations of the Americas before Columbus, páginas 314-337. Vintage Books, New York

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