Qué quiero / qué no quiero/
No importa.
El lecho de mi efimeridad
Es tu carne triste.
La mediocridad es cada letra
en mi cuaderno tuyo.
Nada me pertenecerá
ni me permaneció nunca;
no pude sujetarte más fuerte,
mis piernas se quebraron,
no de cansancio
De frío.
Me martillea por dentro
la borrosa plenitud de tus besos lejanos.
Me retuerce las tripas
el olvido de tu recuerdo.
Nuestro minúsculo recorrido
cayó como vidrio roto
sobre un suelo de piedra.
Ya nada es secreto
Nada es misterio
y no hay momento
en que no te grite
desde los dedos de los pies,
hasta el cielo completo.
Te lejanía se va
Se esconde hasta perderse
entre las ranuras de las aceras
por las que no paseamos juntos.
Me desarmo en tus manos vacías,
transparentes.
Vuelo sobre tu techo
y mi pecho, llamándote,
se olvida de palpitar.
Y no te hallo
Y no me encuentro
Contigo
tan pavorosamente lejos.
2000
Imagen: Eva Hesse, Sans II 1968