El realismo político se identifica, desde Maquiavelo, como una forma de análisis de concepción principalmente pesimista de la naturaleza humana. Como una ruptura con muchas de las teorías idealistas, de Platón a Rousseau, el hombre es visto en función de su papel en la historia, sus actitudes y comportamientos en el desarrollo de la política a lo largo de los siglos y la naturaleza misma de la institución que conocemos como Estado, llegando a concluir, a diferencia de aquéllos teóricos, que el hombre no es por naturaleza bueno.
