DE PRINCESAS A OBJETOS DEL DESEO

Como muchas niñas guatemaltecas de clase media, crecí rodeada de princesas, casi todas ellas hermosas jóvenes en peligro esperando ser rescatadas. Mi hermana y yo también jugamos Barbies. Entre los cursos de hogar del colegio y los ejercicios de costura que nos ponía nuestra abuela en vacaciones, pronto aprendimos a ampliar el guardarropa de Barbie con los retazos del costurero de mi madre. Diseñábamos y creábamos esas prendas diminutas, aprendiéndonos las proporciones del cuerpo esbelto de la muñeca rubia cuyas aspiraciones, como lo indicaba su empaque y los anuncios comerciales, era verse siempre bien.

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