Dolor desgarrador. Puñalada. Cuerpo tullido, en otro ritmo. Un inmenso escalofrío que no parecía encontrar salida. Cuerpo sin órganos. Máquina célibe. Me pensaba ya rota, pero no sabía nada del dolor. Me imaginaba endurecida sin poder imaginar el dolor verdadero. “¿Quién prueba una verdad/ en mi dolor sin fondo?”
Atravesó este cuerpo, se abrió paso, lo invadió todo. El bisturí se hizo un machete despejando la maleza para poder avanzar. No sabía nada del dolor, a pesar de todos los dolores. Este dolor fue distinto. El cuerpo entero se estremeció, la cabeza se sintió estallar. Emití un grito pavoroso, un rugido que venía desde los pies. Y luego otro. Con cada movimiento del instrumento dentro del cuerpo, del cuerpo hecho instrumento, en el proceso de enredarse con este en una relación íntima, cuyas marcas y efectos serán permanentes.
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