ANDREA MÁRMOL: la mujer y la experiencia artística

Susan Atkins, miembro de la familia Manson, tomó parte en el asesinato de 8 personas en California en 1969 y fue sentenciada a cadena perpetua, habiendo pasado 40 años en la cárcel, hasta su muerte. Beverly Allitt asesinó a cuatro niños y golpeó violentamente a otros seis en el hospital donde trabajaba como enfermera. Dorothea Puente asesinaba a los huéspedes del asilo que manejaba para cobrar sus seguros sociales. Ninguna de estas historias puede ser leída tal cual en los retratos de estas y otras asesinas, realizados por Andrea Mármol (Antigua Guatemala, 1988). Los retratos, de hecho, nos muestran rostros de mujeres aparentemente comunes, de una belleza natural y sonrisas casuales. ¿Quizás con el deseo de mostrar una cara con la que todos, o todas, nos podamos identificar sin caer en cuenta que en el fondo y detrás, también, poseemos una historia un tanto oscura, un tanto dolorosa? ¿una forma de ponernos frente a los fantasmas de nuestra historia, contexto y educación? ¿el papel de la mujer en una sociedad deformada por la violencia, de la cual somos cómplices y víctimas a la vez? La dualidad de la mujer en su papel de madre, educadora, ejemplo; en su papel de esposa, amante, víctima de la historia machista… Mármol habla en su serie “Asesinas seriales” (2010) de la mujer, pero no de un feminismo primitivo, tradicional. Como escribe Griselda Pollock en Inscripciones en lo femenino: “Nos coloca en una senda para imaginarnos fuera del dimorfismo sexual. Es en este sentido como la mujer puede actuar por y para sí misma, (…) dispersando la identidad, inventando más cuerpos y máscaras, volviendo híbridos los géneros (…) rompiendo las normas fálicas del género establecido, de la identidad establecida, (…) de las fronteras establecidas.»

El acto de pintarlas implica, por otro lado, una forma de homenaje. El crear un retrato, en el sentido del arte clásico, que implica congelar para la posteridad el rostro de una persona memorable –que a partir de ahora será memorable–. Un Marat que pasa de victimario a víctima, para convertirse en héroe. Las asesinas seriales son las víctimas y los héroes en un mundo contemporáneo, son la representación de la mujer de hoy y del ser humano de hoy, en su libertad, en su poder y en su confusión permanente.

Pero la obra de Andrea Mármol va más allá de una obra “femenina” o “feminista”. La artista no forma parte de la segregación artística establecida por las grandes instituciones del arte para los países en vías de desarrollo, donde se espera que se hable de su condición específica en su sociedad, cultura y género de una manera casi exótica. Mármol explora temas humanos y del mundo contemporáneo; la experiencia artística, la superficialidad del mundo de consumo, la vulgaridad del pensamiento actual, la existencia misma… Donde el recurso de la memoria y el contexto local sirve para reflexionar más allá de las fronteras culturales de nuestro país.

En su video “Julia”, realizado en 2011 como parte del proyecto Otros Páramos (colectivo de artistas sobre el tema de la mujer en Centroamérica), Mármol nos habla de mujeres locales y mujeres universales. Julia, una amiga cercana de la artista, cuenta su historia de manera metafórica. Muestra sin tapujos su rostro adolorido y luego su cabellera, que alguien acaricia, o arranca, cuidadosamente. El cabello remanente en esas manos, de ella o de cualquiera, se convierte en una evidencia, como la historia, como las huellas de la memoria. Los mismos remanentes fueron representados en la obra “Ri Kach’ / El chicle “. En ésta, la artista realizó una intervención pública en las calles del Centro Histórico, trazando con yeso caminos y bifurcaciones que desembocan en acumulaciones de polvo y suciedad.

LA REFLEXIÓN SOBRE LA EXPERIENCIA ARTÍSTICA

Para las civilizaciones antiguas, la creatividad era el genio que le susurraba al artista las grandes ideas y colaboraba en la creación de sus obras; una especie de asistente divino que le brindaba a su trabajo un aspecto único. En la actualidad, el artista se caracteriza por una búsqueda casi obsesiva por la innovación, donde la individualidad y el discurso prevalecen y la responsabilidad creativa se vuelve una obsesión. En su obra “La Reunión” (2012), Andrea Mármol explora la frase del teórico francés Nicolas Bourriaud: “El arte es un estado de encuentro, un elemento de lo social y fundador de diálogo” e invita a varios artistas locales a exponer sus ideas en una reunión aparentemente casual. Así los artistas buscan justificar su creación y evidenciar sus capacidades creativas a través de discursos por momentos incomprensibles, dándole a la frase de Bourriaud una connotación casi irónica.

Esta reflexión acerca del arte actual y la creación corresponde a una búsqueda interior a la vez que a una búsqueda de identidad; pero no una identidad femenina ni cultural sino artística. El cuestionarse el medio y sus fuentes debe ser una tarea natural, si no obligatoria, de todo artista. Sus influjos son la suma de descubrimientos y momentos de identificación. Las ideas son la suma de ideas y experiencias filtradas a través de la historia del arte y sus revelaciones. Es a partir de ello que el artista encuentra un lenguaje, que amplía su vocabulario y aprende a comunicarse; una tarea cada vez más difícil en el mundo actual. «Es como decir que antes estábamos más lejos, pero nos comunicábamos más y mejor, y ahora hay que esconder el mensaje detrás de tantas cosas, que llegamos a construir una obra de arte en el intento de comunicarnos». Es reconocible, dentro de las influencias de Andrea Mármol la obra de Luis Camnitzer, artista conceptual latinoamericano con quien la artista realizara una pasantilla.

Las obras de Mármol nos muestran formas de creación y nos hacen cuestionarnos papeles, posturas, contextos y discursos para mostrarnos imágenes, poseedoras todas de una gran sentido estético, llenas de significado y abiertas a múltiples interpretaciones. Esa multiplicidad de significados es también lo que hace que su obra vaya más allá del panfleto y la etiqueta, propia del arte local.

SER ARTISTA EN GUATEMALA

En un país como Guatemala, llámese “en vías de desarrollo”, llámese “tercermundista”, la función del arte parece ser muchas veces contradictoria. Mientras la influencia de un mundo globalizado y un arte occidental heredero de siglos de gestación y florecimiento nos llega a modo de bombardeo, nuestra realidad responde a necesidades, formación e historia muy diferentes. Esa complejidad puede enriquecer el trabajo artístico o banalizarlo. El artista local se ve continuamente entre la necesidad de estar a la “vanguardia” del arte global y el comunicarse a partir de su propia realidad.

Este tema, sin embargo, no parece representar conflicto en el trabajo de Andrea Mármol, si bien lo hace en instituciones locales y desde el punto de vista de algunos críticos que pretenden mantener un arte local, tradicionalista, folclorista. Su obra  “Pimp” no ha sido la primera obra de un joven artista censurada en una institución cultural local, si bien una de las más recientes y criticadas en las redes sociales y medios culturales. En las palabras de la curadora Rosina Cazali, la censura de una Britney Spears no muy distinta en su erotismo que la Venus de Botticelli (claro está, acorde al imaginario colectivo y la percepción de la mujer como producto sexual contemporánea), representa una enorme falta no solo por el acto de vetar la obra en sí: Peor aún, cuando la obra es producto del pensamiento de una mujer, es una declaración de libertad amenazante para los hombres y para ellas mismas. Lo cual hasta parece argumento de una novela de finca tropical: el “patrón” margina a las emancipadas para proteger la pureza de “sus” buenos salvajes. 

El escritor portugués Fernando Pessoa dijo: “En el arte no hay desilusión porque la ilusión está admitida desde el principio”. En este sentido, la obra de la artista en cuestión no representa sino una forma de comunicación propia de su tiempo, con énfasis en ideas que nos afectan y que más que asustarnos nos deben llevar a una reflexión; esa es la intención de la ilusión que le está permitida y a través de la cual nos lleva más allá de la mera información.

Es precisamente en un contexto como el nuestro, que el arte cumple todavía, en gran parte, el papel no sólo de comunicador y catalizador  sino también de educador y, considerando las necesidades de nuestra sociedad, la censura va más allá de una simple muestra de pudor o evidencia de la permanencia de un pensamiento tradicional.

¿Pero, como consigue el artista local sobrevivir en un ambiente heredero de la visión colonial y militar? ¿De qué manera conviven el arte y la estructura social nuestra? ¿Y sobretodo, cómo el arte y sus creadores pueden hacerle llegar sus ideas y puntos de vista al resto, sin tener que mantenerse en un círculo diminuto, convirtiéndose en un círculo más entre esa especie de universos paralelos, cerrados y ajenos unos de los otros, que conforman nuestra sociedad?

Andrea Mármol es una artista atrevida, pero sobretodo curiosa. Curiosa del mundo y su cotidianidad. A través de su arte se escapa y se convierte el un ojo fijo que nos sigue –nos analiza desde nuestra perspectiva histórica y global–;nos hace reflexionar y nos coloca en un lugar más humano; donde los sentimientos, aflicciones y la realidad no le pertenecen a una sola persona sino a un colectivo; el colectivo humano. Su arte debe tener ese acceso, como el arte en general, y volverse de todos, para romper con esa brecha entre la cultura y la rutina tan golpeada de nuestro país.

ARTISTA Y EDUCADORA DEL ARTE

En un intento por llevar si arte y su visión artística más allá, Andrea Mármol es también educadora. Utiliza el arte como herramienta para llegar a la gente y enseñar nuevas formas de pensamiento. Recientemente cerró La Especialización en Planificación y Gestión del Desarrollo Local avalado por el Centro Latinoamericano de Estudios Locales de Córdoba, Argentina y es co-fundadora del Proyecto Educativo MarES (Mediación Artística Educación y Desarrollo) en el cual se pretende a través de la mediación artística, generar y promover diálogos incluyentes y participativos por medio de diversos talleres impartidos en el interior del país y en la capital, con la finalidad de fortalecer el desarrollo integral de la educación guatemalteca a través del arte. Los ejes centrales se enfocan en la investigación, reflexión y práctica de metodologías educativas que proporcionen herramientas de desarrollo y gestión de espacios culturales que practiquen el arte más allá de su disfrute, como un canal de participación crítica constructiva.

En gran parte, nuestra sociedad aún no reconoce el papel del arte y sus procesos creativos como una de las principales virtudes del ser humano o como un nivel elevado de inteligencia. Estamos acostumbrados a pensar en el arte como una forma de entretenimiento o mera decoración que en su momento también nos ayudó a aprender algo de historia. ¿Pero por qué, entonces, a lo largo de esa historia, el arte ha sido, más que muchas otras formas de comunicación el mejor reflejo de la mente humana y su desarrollo? ¿Si sabemos que el arte está relacionado a la creatividad y la creatividad a la inteligencia, por qué aun no lo valoramos, dándole el lugar que se merece?

Cuando trabajamos con arte, el pensamiento reflexivo se despierta de forma automática. Una obra de arte nos transporta, nos eleva, nos hace olvidarnos de todo lo que hay a nuestro alrededor, de las preocupaciones, de la nimiedades que tan seguido ocupan nuestras mentes. La obra de arte nos cuestiona, nos lanza todo tipo de interrogantes. Nos habla a través de símbolos a los cuales no estamos tan acostumbrado; es clara y también puede ser ambigua. Es eso lo que nos pone a pensar.

Por medio del arte también nos expresamos. Como sus símbolos no son tan comunes para todos, nos reta a comunicarnos de maneras distintas, a la vez que nos permite expresar cosas que las palabras no pueden –el arte no conoce los límites del lenguaje ni de la cognición–. Con el arte somos libres; la mente se siente libre.

Nuestra sociedad carece aún, entre otras cosas, de esa libertad de pensamiento; en su educación y en su cultura. Nuestra capacidad de apreciación artística y el papel que el arte juega en nuestro país nos recuerda nuestra condición de país “en vías de desarrollo” pero también nos reta a abrazarlo y apropiarnos de una visión y una manera de crecer y alimentar nuestro espíritu. Artistas como Andrea Mármol, comprometidos con su trabajo, nos recuerdan que podemos hacerlo y nos empujan a ello.


Publicado en La Revista

Publicación de la Universidad de San Carlos de Guatemala

junio 2013

*Imagen: Andrea Mármol: «Leslie Van Houten».

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