Que egoísta que he sido
cuán superflua –tonta–
Ignorándo lo sublime de la verdad
pasando sobre el equilibrio de lo objetivo y subjetivo
Que egoísta fui
cuando mis quejas aquejaban mis propias heridas
cuando mis lloriqueos eran el reflejo de mis propias dudas
dudas sin sentido
heridas provocadas por mí misma, para mi misma
Qué me creía al pretender gritar mi «padecimiento»
qué sentido tenía querer ser la encarnación del interior profundo y sus conflictos,
cuando ese interior y sus conflictos son parte de toda la humanidad?
Qué sentido tendría esconderme, construirme mi propio refugio,
negar mi entorno y mi historia,
por afirmar una individualidad que no me pertenece en absoluto?
En qué momento de la historia nos adueñamos de una posición especial, individual
y empezamos a ignorar nuestra unidad,
nuestro sentido sin sentido si no es en función de los demás y para con los demás?
(Dichosas aquellas antiguas civilizaciones que le encontraban el mismo sentido al espíritu y a la mente, a lo visible y a lo invisible, sin que estos combatieran entre sí. En que la naturaleza era común, en que la virtud era colectiva.)
2005
Imagen: Aaron Smith