Óxido de hierro, cinta magnética. Registros borrosos guardados en un magnetófono de bobina abierta por varias décadas, en un solo carrete. Mi madre trajo a fin de año este antiguo aparato diseñado para grabar pistas de audio y, luego de limpiarla, colocarle baterías y resolver su funcionamiento, apareció una voz familiar y a la vez lejana. Envía un saludo de fin de año, anunciando y celebrando el envío, desde lejos, de una nueva tecnología. Intuye que la familia, maravillada, oirá una y otra vez aquella grabación para luego realizar las suyas propias, sorprendida ante la posibilidad de poder escucharse, de manera inmediata, rebobinando la cinta.
El eco y la distorsión de las voces que van surgiendo, en su reproducción, activan un espaciotiempo distinto, en el que la vida se despliega en otro ritmo. El viento congelado del invierno en otra localización, actividades familiares organizadas por la tradición; el tono entusiasta de un padre, una madre enseñándole a sus hijos a hablar, balbuceo infantil, intercambio de regalos. Dinámicas íntimamente relacionadas con el plástico, los metales, los cables, la cinta, el flujo magnético (la tecnología heredera de las necesidades bélicas junto con todas sus aplicaciones e implicaciones).
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